por D.I. Daniel Wolf
dwolf@palermo.edu
A
lo largo de la historia el diseño como disciplina manifiestó reiteradamente sus
ideales progresistas. A fines del siglo XIX en la revalorización del trabajo de
los artesanos, en el siglo XX ante la posibilidad de poner diseño al alcance de
los sectores populares, y más recientemente en el intento de borrar las barreras
ergonómicas para facilitar la accesibilidad de los usuarios a los productos,
han sido todos intentos de la propia disciplina para actualizarse bajo un
paraguas de valores bienpensantes y progresistas.
En
los últimos años la cuestión ambiental se ha instalado en la agenda cotidiana.
Con poco rigor son asociados terremotos con cambio climático y tsunamis con
contaminación. En este clima confuso grandes responsabilidades son
depositadas en los individuos, como una eficaz cortina de humo donde permanecen
invisibilizadas las causas y sus beneficiarios. El individuo es compelido a
bañarse en menor tiempo y a consumir productos con certificaciones de cuidado
ambiental realizados con materiales reciclables. No se quiere decir con esto
que el uso responsable del agua así como la conciencia en adquirir productos
con menor huella ecológica no sean relevantes. Se cuestiona que el tema sea
clausurado en la adquisición de una tapa o un sello color verde. Se cuestiona
que la responsabilidad se deposite en el individuo como practicante de un
ecologismo individualista y de consumo.
Del
mismo modo opera el denominado Diseño Sustentable. Enmarcado en la loable
tradición del compromiso social de la disciplina, algunos diseñadores
(ingenuamente) dedican sus esfuerzos en articular dos conceptos antagónicos. Pretendiendo
sintetizar en la misma operación, Consumo y Sustentabilidad. Solo podrá
existir un régimen sustentable finalizado el ciclo publicidad-consumo. Resulta
parte del mismo dispositivo de ocultamiento el establecimiento del foco en los
desechos del ciclo, cuando el núcleo de la cuestión reside en la producción
para un sistema de insatisfacción crónica.
Mientras
no sea cuestionado el sistema de producción-consumo y sea establecida la
utilidad del ejercicio del diseño, todas las acciones en apariencia
bienintencionadas serán, en su mejor caso, cosméticas. Y dada la escala del
problema las mejores intenciones ya no resultan tolerables. Estos
cuestionamientos deben conducir a la reflexión acerca del verdadero y último
fin de la disciplina en los tiempos que corren.
Evidentemente el autor no tiene idea de lo que realmente se trata el Diseño Sustentable...
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